Introducción En la cirugía vascular es común utilizar prótesis para la circulación arterial o venosa, que alivian un gran número de cuadros vasculares discapacitantes o mortales. Pueden ser injertos, endoprótesis metálicas, injertos-endoprótesis vasculares, etcétera. Las infecciones en la cirugía vascular tienen dos características, afortunadamente son poco frecuentes, pero en contraste son de elevada gravedad. Como lo mencionaron Shaw y Baue desde 1963, las infecciones en cirugía vascular representan “una auténtica pesadilla para el cirujano vascular”. A pesar de los adelantos en la profilaxis antibiótica, técnicas estériles y tratamientos quirúrgicos con equipos especializados, la infección de las prótesis vasculares continúa siendo un problema grave y no completamente resuelto; presenta una tasa de mortalidad que oscila entre 13 y 48 % y una tasa de amputación del 23 al 36 %. Cabe mencionar que la infección que afecta a un injerto protésico es difícil de erradicar. Si no se diagnostica y se trata rápidamente, puede fracasar el injerto y provocar sepsis, hemorragia, trombosis e incluso la muerte. Generalmente, es necesario recurrir a un tratamiento quirúrgico en combinación con el retiro del injerto infectado, además de la antibioticoterapia. El tratamiento de estos pacientes requiere un seguimiento estricto de criterios específicos en la selección del plan terapéutico. Los mejores resultados se han observado con el retiro del injerto en combinación con la derivación extraanatómica y con las intervenciones de sustitución in situ. Las manifestaciones clínicas de las infecciones de las prótesis vasculares varían en función de la localización anatómica y la virulencia del patógeno. La clave de una evolución satisfactoria consiste en el uso de los medios diagnósticos exactos para identificar al microorganismo cultivado y una intervención quirúrgica bien planeada para retirar o sustituir el injerto infectado. La intervención en un solo tiempo con extirpación del injerto infectado y sustitución in situ inmediata es atractiva, ya que evita la complejidad y la mayor morbilidad de las intervenciones múltiples, o por tiempos, asociadas al retiro del injerto y la colocación de una derivación extraanatómica. El éxito del tratamiento se mide por la supervivencia del paciente, la ausencia de recidivas de la infección, la permeabilidad de la revascularización y la falta de morbilidad importante o de amputación.
2012-04-26 | 1,101 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 8 Núm.2. Marzo-Abril 2012 Pags. 10-15 Dol Foro Nal Invest Clín Méd 2012; 8(II)