Autor: Karchmer Krivitzky Samuel
Un residente en Medicina puede definirse como un sujeto dedicado el tiempo completo a adquirir la experiencia y el juicio crítico que le permitan más adelante encarar los problemas de prevención y tratamiento de las enfermedades. En México, la educación que se le suministra al médico residente durante la etapa clínica es muy impersonal, se enfoca más a la enfermedad que al enfermo y esto lleva, eventualmente, a obtener un buen entrenamiento técnico, pero desprovisto en absoluto de toda preocupación de orden social. El adiestramiento hospitalario se hace durante la etapa en la que el médico residente es más susceptible a impresionarse, y toma como modelo de una buena atención médica la que ve impartir en los servicios hospitalarios –a veces con grandes deficiencias–, ya sean generales o de especialización. No tiene la oportunidad de adquirir conocimiento directo mediante la participación activa y responsable en el manejo de los problemas de salud pública, ni de vivir la relación médico-paciente que, los que le enseñan, dicen adoptar en su ejercicio privado. Nuestros hospitales de enseñanza son instituciones públicas y también privadas, no sensibles a las necesidades de la sociedad que les rodea y a base de la cual subsisten. Nuestros planes de estudio están saturados de materias concernientes al diagnóstico y tratamiento. Absorto en los problemas clínicos y en la interpretación de los exámenes de laboratorio, el estudiante o el residente prestan poca atención a los factores biológicos, psicológicos, económicos y sociales que suceden en la familia del paciente y en la comunidad inmediata. La medicina individualista, dictada brillantemente por magníficos expositores de gran prestigio local, les arrastra hacia ella desestimando cualquier otra modalidad de aprendizaje a la que considerarán elemental, rutinaria y sin atractivos académicos.
2009-11-30 | 4,920 visitas | 2 valoraciones
Vol. 18 Núm.3. Mayo-Junio 2009 Pags. 65-70 Psiquis 2009; 18(3)