La percepción del concepto de enfermedad por los seres humanos se inicia –y es inherente- al comienzo del hombre como tal, como animal evolutivo pensante. Como especie biológica somos finitos y es justamente por las enfermedades, que tenemos –o que logramos- la finitud. Hay algunas especies que mueren más por un proceso involutivo, las aves y los peces grandes por ejemplo, que por enfermedades genéticas o ambientales, es decir, prácticamente por un proceso “apoptótico”. En cambio los humanos, aun antes del nacimiento, estamos expuestos a la muerte de una forma “necrótica”. Precisamente ese devenir y esa conciencia de un comienzo y de un fin de la vida y de nuestro mismo entorno, junto con la aparición de variadas enfermedades, instó al hombre a crear sus pensamientos mágicos y míticos, sus polideidades y al mismo tiempo sus ansias y depresiones, con el sentimiento de impotencia ante el no entendimiento de la muerte y del por qué. Esa misma conciencia de muerte de los seres queridos y sus ausencias, generó el sentimiento de sufrimiento y de dolor, inherente a la especie humana.
2009-05-20 | 993 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 15 Núm.2. Julio 2007 Pags. 152-153 Rev Med 2007; 15(2)