Autor: Contreras Carlos M
A los seres humanos nos gusta suponer que los cambios ocurren sólo por voluntad y todo se modifica de inmediato. Nos equivocamos. Los cambios –cuando realmente ocurren– pueden tomarse siglos para ser evidentes y abarcar a grandes grupos. La xilografía, una versión rudimentaria de la imprenta que se utilizaba en China desde el siglo VI, se introdujo en Europa en el siglo XII, ¡600 años después! Para ese entonces habían transcurrido unos doscientos años del esplendor de los toltecas, de que Avicena y Avenzoar dominaran el firmamento médico y de que se escribieran las Mil y una noches. ¿Cómo perduraron entonces los maravillosos cuentos de Scherezada a quien seguramente poco le importaba la literatura ya que estaba más preocupada por conservar la vida? El caso es que Gutenberg dio a conocer su invento unas cuantas décadas antes de que Cristóbal Colón promoviera la esclavitud humana en el llamado de forma arrogante “Nuevo Mundo”. Y ¿qué hay de los fantásticos relatos de William Shakespeare? ¿Y de los de Miguel de Cervantes Saavedra? Ellos fueron contemporáneos, aun cuando parece ser que nunca supieron uno del otro y nacieron entre dos y cuatro décadas, respectivamente, después de que se fundara la Universidad Nicolaita. ¿Cómo se transmitieron esos conocimientos y obras de arte? Aun cuando la versión oral de los eventos y tradiciones era transmitida por los quasiextintos juglares y trovadores, sabemos de la existencia de diversos textos escritos a mano. En ausencia de tales manuscritos, las obras de arte y los conceptos fueron transmitidos mediante la representación teatral o bien, para algunos auditorios sumamente selectos, de manera oral, lo que actualmente debería restringirse a ocupar solo el sitio que le corresponde.
2006-10-13 | 810 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 4 Núm.2. Julio-Diciembre 2004 Pags. 4-6 Rev Méd UV 2004; 4(2)