Durante más de dos milenios, el ejercicio de la Medicina, se desarrolló conforme los patrones hipocráticos, que respondían a la escuela pitagórica. Hipócrates de Cos (460 a 375 AG), sostenía que el médico será “kalos kai aghatos”, es decir “bello y bueno”. El principio hipocrático, se sustentaba en una tríada: •Favorecer o no perjudicar: “primun non nacere”. •Abstenerse de lo imposible: “el primer deber es no hacer nada en estos casos”. •Atacar la causa del daño. En su obra “Sobre la Dieta”, Hipócrates dice, “Utilizaré el régimen dietético para el bien de los enfermos, de acuerdo a mi capacidad y juicio, alejaré de ellos el mal y la injusticia”. En “Sobre la Decencia”, el maestro griego, consigna, “Haz todo esto con calma y orden, ocultando al enfermo durante tu actuación la mayoría de las cosas, dale órdenes oportunas con amabilidad y dulzura, y distrae su atención. Repréndele a veces estricta y severamente, pero otras anímale con solicitud y amabilidad, sin mostrarle nada de lo que le va a pasar, ni de su estado de salud”. Sobre estos principios, la relación médico paciente, era absolutamente asimétrica, estableciendo una ecuación vertical y la tutela del médico lo constituía en paternal y proteccionista. El médico se constituía en un ser superior, cuasi Dios, y actuaba al amparo del principio de beneficencia y no maleficencia. El ejercicio profesional, se realizaba al amparo de estos preceptos generados en el campo éticomomio. En la segunda mitad del siglo XX, se fueron planteando, complejos problemas éticos en la práctica de la Medicina, que provocaron un creciente interés y amplio debate.
2006-08-24 | 1,489 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 2 Núm.12. Febrero-Abril 2006 Pags. 29-40 Bol Med UAS 2006; 2(12)