Autor: Vega Franco Leopoldo
Hace diez años Rosemberg y Donald 1 ejemplificaban con un caso clínico, la secuencia en la búsqueda de evidencias para justificar el empleo de un medicamento. Sus razonamientos, traducidos a preguntas explícitas y juiciosas, giraban en torno a un enfermo que podría padecer una embolia si no se le prescribía un anticoagulante; el problema era que tal decisión podría causarle hemorragia y no evitar la embolia. Ante este hipotético dilema era preciso tomar una decisión, por lo que era necesario buscar y seleccionar informes de estudios que mostraran evidencias del riesgo de usar o no usar el anticoagulante, para así decidir por la opción más favorable para el paciente. Con base a este ejemplo los autores conducen al lector a la estrategia de la medicina basada en evidencias (MBE). En la misma revista (BMJ), uno de los editoriales resalta la importancia de esta estrategia como el medio por el cual se intenta “ayudar a los médicos, a llenar el abismo que los separa de la información que permita garantizar a sus pacientes un manejo óptimo”. Tres años antes Atman et al, mediante meta-análisis, habían encontrado que al analizar ensayos terapéuticos con relación al infarto del miocardio cotejando los resultados con las recomendaciones de clínicos expertos en el tema, era evidente la dificultad para conciliar las recomendaciones para el manejo de estos enfermos, conforme a las evidencias de mayor beneficio para ellos.
2006-06-01 | 759 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 73 Núm.2. Marzo-Abril 2006 Pags. 49-50 Rev Mex Pediatr 2006; 73(2)