Autor: Naranjo Díaz Manuel
“Estas marcado", le dijo el profesor en cierta ocasión, de la manera más sencilla. Era una especie de sentencia, se más postrera, pero en ese entonces, no lo advirtió. Ahora lo sabía, al ver esos ojos amenazantes a través del capirote, penetrando en los suyos. En esa etapa de su vida los acontecimientos se le antojaban fugaces y el límite entre lo real y lo ficticio no le parecía muy claro. Semanas atrás mientras vagaba por la principal vía peatonal de la ciudad, se sentía guiado por su espíritu o algo parecido en una de esas tantas noches húmedas y calurosas. Su cuerpo se movía como sin voluntad y la realidad había cambiado para él, fluía como un líquido espeso a través de sus ojos y su cuerpo. Visiones extrañas helaban su conciencia mientras el tiempo se elongaba de forma inusual. En la tarde, muchas horas antes, había tomado la firme decisión de visitar a Juan Paredes, su antiguo profesor de filosofía e historia universal de la preparatoria. Siempre había admirado su erudición y sus grandes dotes de elocuencia, conjugados con el misticismo de su vena políglota, dominaba al punto unos ocho o nueve idiomas. Tanto conocimiento lo rodeaba, que era harto imposible escapar a su halo mesmeriano. Por razones obvias, siempre acudía donde el "professor" como él le llamaba. Se había encontrado con él de "casualidad", en frente del Museo de Arte Moderno, y fue entonces, cuando le dio su nueva dirección.
2004-05-20 | 970 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 3 Núm.1. Enero-Diciembre 1997 Pags. 217-218 Salud Tab 1997; 3(1)