Autor: Pérez Romo Alonso
Es evidente que al encuentro de un nuevo siglo, las sociedades confrontan un proceso de deshumanización, de crisis de valores morales y desprecio de la vida, como tal vez nunca antes se había enfrentado la humanidad. El surgimiento de la bioética que se manifiesta vigorosamente de tantas maneras, es una reacción a este fenómeno, un esfuerzo por revalorar la vida dotándola de sentido, racionalidad y, en general, por restaurar la primacía del valor. En relativamente pocos años, como sucede en épocas de desarrollo científico y tecnológico progresivamente acelerado, el ejercicio de la medicina se ha convertido en una relación profundamente asimétrica, burocrática, industrializada e impersonal. El viejo lazo del amor humano que constituía la relación Médico-paciente desde los albores de la civilización, alimentado por igual de ciencia, filosofía y cáritas, fuente de comunicación profunda, de confianza y de fe, aliciente terapeútico indiscutible cuando el hombre se siente más solo, más débil, más absorto y más indefenso ante lo desconocido, ha sido roto violentamente por la super-especialización, el encarecimiento de la tecnología médica, la socialización de los servicios de salud, la masificación y el empobrecimiento de la enseñanza de la medicina. Esta última, se ha centrado más en enseñar ciencia y técnica con olvido de las ingentes interrogantes éticas a que se enfrenta la vida del hombre en la actualidad, y con descuido de la formación humana integral; todo ello, llevado a cabo en una constelación de escuelas médicas de las más variadas diferencias en la calidad de la enseñanza.
Palabras clave: Arbitraje médico bioética
2002-12-05 | 1,057 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 9 Núm.20. Julio-Septiembre 2001 Pags. 13-14. Rev CONAMED 2001; 9(20)