Autor: Gómez Leal Alvaro
Lo bueno de la vejez es que uno puede jubilarse, pero lo malo de la jubilación es que ocurre cuando ya uno está viejo. Es agradable poder hacer lo que uno quiera y que encima le paguen sin trabajar, pero es triste darse cuenta de que es mucho lo que ya no se puede hacer. A veces, incluso, no se puede ni siquiera ir a cobrar la pensión, pero para eso existen las cartas poder. Heberto C. González había comparecido ante un notario público junto con su esposa, y le había dado a ella poder amplio, cumplido y bastante para que en su nombre y representación hiciera todas esas extrañas cosas que, según los abogados, son necesarias hacer en la vida, además de cobrar un salario: contestar demandas y reconvenciones, oponer excepciones dilatorias y perentorias, reconocer documentos, redargüir de falsos a los que se presenten por la contraria, oír autos interlocutorios, consentir de los favorables y pedir revocación por contrario imperio, apelar, suplicar e interponer el recurso de casación de los adversos. Para todo eso y más confirió Heberto poder a su esposa Isabel.
Palabras clave: Vejez jubilación.
2003-05-19 | 4,748 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 5 Núm.18. Enero-Marzo 2003 Pags. 69-71. Med Univer 2003; 5(18)