Autor: Estrada C Roberto A
Una antigua fábula cuenta que un día el sol y el viento presumían quién era el más poderoso, y cada uno alardeaba de su fuerza e inteligencia. Sin llegar a un acuerdo, decidieron medir sus fuerzas. Vieron a un campesino que transitaba por un solitario camino y decidieron probar en él su poderío, y apostaron por quién de los dos le quitaría primero el abrigo. Inició el viento, que sopló con fuerza inusitada y logró derribar al sujeto, quien en su desesperación se aferraba a su abrigo y se cubría con él para protegerse del vendaval. Por más esfuerzos que hizo el viento y a pesar de dejar maltrecho al pobre individuo, no logró quitarle el abrigo. Tocó su turno al sol, que con calma empezó a emitir sus poderosos rayos y logró primero que el labriego se desabotonara el abrigo y al final que se despojara de él para librarse del agobiante calor, ganando así la apuesta. ¿Qué tiene que ver esta historia con el tratamiento del melasma? Con mucha frecuencia, los dermatólogos actuamos como el viento de la historia y queremos despojar a nuestros pacientes del manto protector que cubre las áreas fotosensibilizadas de la cara a base de potentes despigmentantes con hidroquinona, ácido kojico y corticoides, adicionados o no, con pantallas solares que nos hacen sentir más tranquilos sobre lo correcto de nuestro manejo.
2009-12-10 | 2,808 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 7 Núm.4. Octubre-Diciembre 2009 Pags. 224-225 Dermatología CMQ 2009; 7(4)