Un enigma no es una adivinanza. La adivinanza tiene una respuesta única, mientras el enigma, al revelarse, abre sus puertas para dejar el paso a nuevos enigmas. La escritura es uno de esos remolinos enigmáticos que entre más se ahonda, más secretos parece revelar. Si bien la escritura no tiene sexo quisiera recordar el enigma propuesto por las Cartas de amor de la religiosa portuguesa. ¿Su autor es un hombre o una mujer? Las polémicas se suceden desde el siglo XVII sin hallar una respuesta que, en el fondo, sería pobre frente a la variedad y riqueza de los argumentos. Que una monja enamorada haya escrito las famosas cartas o que un hombre hubiese inventado al personaje femenino y su correspondencia amorosa, tesis sostenidas durante más de tres siglos, nos extravían y nos conducen en el laberinto de la escritura, pues nada podría aportar de más a su encanto y a la leyenda formada a su alrededor; sería sólo poner un nombre al autor, decidir de manera simplista entre una dicotomía hoy sin interés y una tentativa para liquidar un mito que ya existe por sí mismo y donde el anonimato agrega la fuerza del enigma. Sería, en fin, concluir que un hombre sólo puede escribir como un hombre y, por lo tanto, describir sólo a los de su sexo; decir que una mujer no es capaz de meterse en una cabeza distinta a la de una mujer. Sería, en última instancia, la peor de todas, suponer que un hombre o una mujer no pueden escribir sino desde su personal punto de vista.
Palabras clave: Enigma escritura polémica.
2006-11-15 | 3,618 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 3 Núm.26. Septiembre 2006 Pags. 16-17 Odont Moder 2006; 3(26)