Autor: Martín del Campo David
Varios escenarios en torno al fenómeno del tabaquismo 1 Nomás verlos fumar y se me eriza la piel. Era una atmósfera de intimidad y secreto, un umbral en el que algo concluía y otro "algo" estaba a punto de comenzar. Papá que retornaba de la oficina, diez horas entre máquinas sumadoras y pliegos de papel albanene, porque en aquel entonces -qué esperanzas- no existían las computadoras y la ciencia matemática era a pulso: números que eran metros cúbicos porque en su escritorio se decidía hacía dónde tal carretera, en dónde tal presa hidroeléctrica, por dónde tal o cual puente de ferrocarril. Y entre uno y otro proyecto, se atiborraban los ceniceros de colillas. Y mi padre que era ingeniero civil, retornaba nervioso a casa. En los camiones públicos era imposible fumar, se podía quemar a otro pasajero, y hasta el confort de su cama, a punto de la siesta, era que recuperaba su gesto taciturno, entre sonrisa y ensoñación, porque siempre y desde los 12 años mi padre fumó una, una y media, dos cajetillas por día. Y su recámara, que a las cuatro de la tarde era un aposento de humo y duermevela, tenía que ser pintada cada año porque el techo se había tornado amarillo de tanta nicotina. Luego, más tarde, ellos dos fumaban ahí encerrados. A veces abrían una ventana "para que se ventile un poco", decían en secreto, y luego ya no decían nada. Se me erizaba la piel entonces, en su silencio allí encerrados, porque sabía que mis padres seguían fumando y era su modo, un poco, de compartir la vida.
Palabras clave: Fumar cigarro tabaquismo.
2003-03-20 | 1,488 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 11 Núm.2. Abril-Junio 1998 Pags. 91-93. Rev Inst Nal Enf Resp Mex 1998; 11(2)